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Adoración Perpetura

Estamos convencidos de aquella gran verdad que afirmaba San Pedro Julián Eymard: “Sólo en la vuelta a Cristo Sacramentado está la salvación”. Esto ha sido siempre así, pero en los difíciles tiempos que corren, puede verse de manera más patente que nada podemos hacer sin el Señor, Presente y Vivo en el Santísimo Sacramento.

Es por esto que, contando con la bendición del Señor Obispo de Vic, Mons. Román Casanova, y en unión con las demás parroquias de Manresa, hemos comenzado la “Misión Eucarística” buscando almas generosas que quieran estar con el Señor una hora a la semana, para que pueda estar acompañado las 24 horas, los 365 días del año. “Siento una ardiente sed de ser honrado y amado por los hombres en el Santísimo Sacramento”, nos dijo el Sagrado Corazón.

Queremos que la capilla lleve el nombre de San Ignacio de Loyola, por ser Manresa la ciudad ignaciana por excelencia, por estar en los 500 años de su paso por aquí y haber sido Él un gran enamorado de la Eucaristía y gran propagador de la devoción a Nuestro Señor Sacramentado[1]

Desde Roma les escribía el Santo a las gentes de sus tierras vascas:

“Os pido, requiero y suplico, por amor y reverencia de Dios Nuestro Señor, con muchas fuerzas y con mucho afecto os empleeis en mucho honrar, favorecer y servir á su Unigénito Hijo Cristo Señor Nuestro en esta obra tan grande del Santísimo Sacramento, donde su Divina Majestad, según Divinidad y según Humanidad, está tan grande, y tan entero, y tan poderoso, y tan infinito como está en el cielo”.

Nuestra capilla quiere ser una más de las miles que existen en el mundo y las más de 60 en España[2]. Un nuevo lugar que irradie, día y noche, esa luz que solo puede dar Aquel que dijo “Yo soy la luz del mundo, quien me sigue no andará en tinieblas” (Jn 8,12).

Seamos generosos con el Señor, que sabe mucho más de nosotros de amor y generosidad, ya que devuelve el ciento por uno. Así como no se puede caminar o correr bajo la lluvia sin mojarse, ni estar al sol sin recibir su calor, de la misma manera no se puede estar ante Jesús Sacramentado sin recibir sus gracias, que superan todo conocimiento y estimación.

¿Quieres dejar que el Señor cambie tu vida y la de tu familia? Sé generoso… apúntate aquí.

“Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os daré descanso” Mt 11,28

Son muchísimos los testimonios de grandes conversiones por estar con el Señor en adoración. Mariana, española, no tenía fe; su padre, médico, no podía asistir a su hora de adoración y le pidió que lo reemplazara; eso alcanzó para que ella sea ahora una adoradora ferviente y haya transformado su vida.

Rosa, de Argentina, fue por compromiso a la primera adoración comunitaria antes que comenzase la capilla. Luego de estar unos minutos bien atrás de todos y “para cumplir”, antes de retirarse, desde la puerta tuvo un mínimo diálogo con el Señor –en realidad ella le hizo un reproche–, y eso alcanzó para que Él la atrajera hacia Sí: caminó por el centro de la iglesia hacia el altar, cayó de rodillas ante Jesús Sacramentado y lloró hasta que terminó la adoración. Luego fue la encargada de esa capilla.

Un niño de catequesis de comunión se apuntó para hacer adoración a las 3 de la mañana. Cuando llamaron a su casa para informarle a su mamá, ella le preguntó asombrada: “¡¿Por qué te has apuntado a esa hora?!”, y él respondió: “Porque el sacerdote dijo que las mayores gracias se alcanzan cuando hacemos adoración de noche, y yo quiero que papá deje de tomar y de pegarte”. Conmovida la madre aceptó esa hora de adoración. Al poco tiempo su esposo dejó de beber y poco tiempo después los acompañaba a rezar a esa hora, imitando a Jesús que solía pasar las noches en oración (cf. Lc 22,37).

Y así podríamos seguir y seguir… porque de la Eucaristía, que es Jesús presente y vivo entre nosotros, podemos afirmar lo mismo que leemos en el Evangelio: “Salía de él una fuerza que sanaba a todos”. Quiera Dios que seamos nosotros ahora como en el tiempo del Señor, donde “toda la gente procuraba tocarle” (Lc 6,19). Por medio de la fe nuestro corazón “toca” el Sagrado Corazón de Jesús cada vez que estamos ante su Presencia Eucarística, y cuánto más si lo hacemos en compañía de su Madre, nuestra Madre.